El consumo energético en supermercados representa una de las principales partidas dentro de los costes operativos. La necesidad de mantener condiciones óptimas para los productos y la comodidad de los clientes implica un gasto constante, pero también ofrece múltiples oportunidades para optimizar recursos sin comprometer la calidad del servicio. Implementar medidas de eficiencia energética no solo reduce costes, sino que también mejora la sostenibilidad del negocio y su compromiso ambiental.
Qué áreas de un supermercado son las que más impactan en el gasto energético
Los mayores focos de consumo energético en un supermercado se concentran principalmente en tres áreas: refrigeración, climatización e iluminación. Estos sistemas deben operar de forma continua para garantizar la conservación de alimentos y el confort del cliente, lo que los convierte en objetivos clave para aplicar mejoras.
Refrigeración: mantener la cadena de frío sin derrochar energía
En un supermercado, el sistema de refrigeración representa uno de los consumos energéticos más altos, ya que debe operar de forma constante para preservar la calidad y seguridad de los productos perecederos. Sin embargo, existen múltiples estrategias para optimizar este consumo sin comprometer la cadena de frío:
- Instalar puertas en los muebles refrigerados. Una de las medidas más eficaces es sustituir los muebles refrigerados abiertos por versiones con puertas. Esta acción reduce significativamente las pérdidas de aire frío, disminuye la carga térmica sobre los equipos y puede llegar a reducir el consumo energético de estas unidades hasta en un 30%. Además, las puertas transparentes no afectan la visibilidad del producto y pueden complementarse con sistemas automáticos de cierre suave.
- Ajustar la temperatura a niveles óptimos. Evitar el sobreenfriamiento es clave. Mantener temperaturas más bajas de lo necesario no mejora la conservación, pero sí incrementa el consumo. Por ejemplo, mantener vitrinas de productos frescos entre 0 °C y 4 °C es suficiente para garantizar la seguridad alimentaria. Un ajuste correcto no solo reduce el gasto eléctrico, sino que también prolonga la vida útil del equipo.
- Programar el desescarche automático. El desescarche (o descongelamiento) automático de los evaporadores debe realizarse en horarios nocturnos o de menor afluencia, para minimizar el impacto en el consumo global y evitar interferencias con la operativa del local. Además, un desescarche eficiente mejora el rendimiento térmico de los equipos al evitar acumulaciones de escarcha.
- Revisiones periódicas. Un mantenimiento preventivo y periódico garantiza que los equipos funcionen en condiciones óptimas. Revisar componentes clave como compresores, válvulas, termostatos y ventiladores permite detectar fallos tempranos. Asimismo, revisar y reforzar el aislamiento térmico en tuberías, puertas de cámaras y conexiones evita pérdidas energéticas constantes.
- Cortinas de aire en cámaras frigoríficas. Las cortinas de aire, corrientes verticales de aire controlado, se colocan en las entradas de cámaras y permiten mantener la temperatura interior estable aunque las puertas se abran con frecuencia. Esto es especialmente útil en zonas de carga y descarga o donde el acceso del personal es continuo. Al evitar intercambios de temperatura con el exterior, se reduce el esfuerzo del sistema de refrigeración.
Climatización: confort para el cliente con eficiencia
La climatización en supermercados tiene un doble objetivo: garantizar una temperatura agradable para los clientes y trabajadores, y hacerlo de la forma más eficiente posible. Un mal ajuste o un sistema poco optimizado puede disparar el consumo energético, especialmente en locales de gran superficie o con horarios amplios. Algunas estrategias clave para lograr un equilibrio entre confort y eficiencia:
- Ajuste térmico según estación. Establecer temperaturas de confort específicas para cada temporada evita excesos. En verano, mantener el local a 25 °C y en invierno entre 20 y 21 °C permite un ambiente cómodo sin forzar el sistema de climatización. Cada grado adicional por debajo (en verano) o por encima (en invierno) puede aumentar el consumo entre un 6 y un 8%. Además, estas temperaturas cumplen con las recomendaciones del IDAE y otras normativas de eficiencia energética.
- Sensores de presencia. En zonas con baja ocupación, como pasillos secundarios, zonas de carga, almacenes o aseos, los sensores de presencia permiten activar la climatización solo cuando es necesario. Esta medida evita el funcionamiento continuo de los equipos en áreas sin tráfico, reduciendo el consumo y prolongando la vida útil de los sistemas.
- Mantenimiento de filtros y ventilación. Un sistema de climatización con filtros sucios o conductos obstruidos pierde eficiencia, requiere mayor esfuerzo para alcanzar la temperatura deseada y consume más energía. Realizar un mantenimiento preventivo periódico asegura un flujo de aire adecuado, mejora la calidad del aire interior y reduce la probabilidad de averías.
- Ventilación natural. En momentos del día con temperaturas exteriores suaves, es posible utilizar ventilación cruzada mediante puertas, ventanas o rejillas para renovar el aire y disminuir la carga térmica interior. Esta estrategia, cuando se aplica correctamente, permite reducir el uso del aire acondicionado y mejorar la calidad del ambiente sin coste energético adicional.
- Climatización por zonas. Dividir el supermercado en zonas con necesidades térmicas diferentes permite climatizar solo aquellas áreas en uso o que requieren una temperatura específica. Por ejemplo, zonas de caja, acceso principal o cafetería pueden tener una regulación independiente del resto del local. Esta técnica mejora el confort percibido y evita el derroche energético en zonas desocupadas o con menor prioridad.
- Integración con sistemas de gestión energética (BMS).
Automatizar la climatización a través de un sistema de gestión centralizada permite programar encendidos, apagados y ajustes de temperatura según la hora, la afluencia de público o incluso condiciones meteorológicas externas. Esto se traduce en un uso más racional y eficiente de los recursos.
Iluminación: máxima visibilidad con mínimo gasto
Una buena iluminación en supermercados es clave para crear un entorno atractivo, funcional y seguro. Sin embargo, mantener altos niveles lumínicos durante largas jornadas supone un consumo considerable si no se gestiona de manera eficiente.
- Uso de tecnología LED. Sustituir bombillas incandescentes, halógenas o fluorescentes por tecnología LED supone un ahorro energético de hasta un 80%. Las luces LED tienen una vida útil mucho más larga (superior a 25.000 horas), requieren menos mantenimiento y ofrecen una excelente calidad lumínica. Además, están disponibles en distintas temperaturas de color, lo que permite adaptar la ambientación en función del tipo de producto expuesto (por ejemplo, luz cálida en panaderías, luz fría en pescaderías).
- Sensores de luz natural. En zonas con acceso a luz natural, como entradas, zonas acristaladas o áreas con tragaluces, los sensores de iluminación permiten ajustar automáticamente la intensidad de la luz artificial. Esta regulación dinámica evita el solapamiento innecesario de fuentes de luz y mantiene un nivel lumínico constante, reduciendo el gasto sin comprometer la visibilidad.
- Programación de horarios. Automatizar los sistemas de iluminación permite definir horarios según la actividad del local, las franjas de mayor afluencia o las rutinas operativas. Programas personalizados para cada zona, como almacenes, pasillos o vitrinas, previenen olvidos, reducen el consumo en horas valle y ayudan a cumplir con políticas de eficiencia energética.
- Luz natural en áreas internas. Muchas veces se subestima la cantidad de luz natural que puede aprovecharse en oficinas administrativas, almacenes, zonas de carga o pasillos internos. Incorporar ventanas, claraboyas o materiales translúcidos en techos y paredes permite reducir el uso de iluminación artificial durante el día, generando un ahorro silencioso pero constante.
- Iluminación focalizada. Dirigir la luz hacia productos destacados, zonas promocionales o áreas de mayor tránsito mejora la experiencia del cliente y permite reducir la intensidad en sectores menos relevantes. Esta técnica no solo es eficiente desde el punto de vista energético, sino que también tiene un impacto positivo en la percepción visual del establecimiento, ayudando a resaltar la oferta comercial.
- Diseño lumínico inteligente. Un diseño bien planificado incluye la elección estratégica de puntos de luz, tipos de luminarias y su distribución. Integrar sistemas DALI o DMX (protocolos de control de iluminación) facilita la gestión avanzada, permitiendo atenuaciones progresivas, escenas automáticas o control remoto, todo ello orientado a un consumo racional.
Almacenes y zonas operativas: el ahorro también cuenta detrás del mostrador
Las zonas no visibles al cliente, como almacenes, cámaras frigoríficas y áreas técnicas, también representan una parte relevante del consumo energético en supermercados. Optimizar su uso y funcionamiento puede traducirse en importantes ahorros, sin afectar la operatividad. A continuación, se detallan las principales acciones que permiten mejorar la eficiencia energética en estas áreas:
- Aislamiento en zonas internas. Puertas, ventanas y accesos de almacenes deben estar correctamente sellados para evitar fugas de aire frío o caliente, lo que es especialmente importante cuando colindan con cámaras refrigeradas o zonas climatizadas. Un mal aislamiento obliga a los sistemas térmicos a trabajar con mayor esfuerzo, incrementando el consumo energético. Invertir en burletes, cortinas térmicas, puertas de cierre automático o sistemas de doble hoja puede generar un ahorro sostenido y mejorar las condiciones de trabajo del personal.
- Iluminación automática. En espacios como trastiendas, pasillos técnicos o almacenes con bajo tránsito, el uso de sistemas temporizados o sensores de presencia es altamente recomendable. Estos sistemas activan la luz únicamente cuando detectan movimiento y la apagan tras un tiempo sin actividad, evitando el consumo continuo de energía en áreas que no necesitan estar iluminadas permanentemente. Combinado con tecnología LED, este tipo de iluminación puede reducir notablemente el gasto asociado.
- Organización por temperatura. Distribuir los productos almacenados según sus necesidades térmicas (refrigerado, congelado, temperatura ambiente) no solo facilita la logística, sino que también ayuda a reducir el tiempo de apertura de cámaras y puertas, lo que evita pérdidas de frío. Esta organización inteligente permite acceder más rápido a los productos de mayor rotación y evita el ingreso innecesario de aire caliente, manteniendo la eficiencia del sistema de refrigeración.
- Control de equipos auxiliares. Equipos como balanzas electrónicas, cajas registradoras, impresoras, ordenadores o etiquetadoras suelen permanecer encendidos incluso cuando no están en uso. Estos dispositivos, aunque no consuman tanto como los sistemas térmicos, generan un gasto continuo que, acumulado, tiene un impacto significativo. Es recomendable realizar un inventario de equipos, monitorear su uso real y aplicar medidas como enchufes inteligentes, temporizadores o configuraciones de suspensión para reducir el consumo fantasma (standby).
- Formación del personal. Las buenas prácticas del equipo de trabajo son esenciales para consolidar una cultura energética responsable. Capacitar al personal para que apague equipos al finalizar su uso, cierre correctamente puertas de cámaras, minimice el tiempo de acceso a zonas refrigeradas y planifique rutas internas eficientes puede tener un impacto directo en el consumo diario. Además, fomentar la participación activa del equipo en el cumplimiento de metas energéticas ayuda a generar compromiso y mejora el rendimiento general de las medidas implementadas.
Cómo puedo hacer un seguimiento de las medidas aplicadas
Implementar medidas de eficiencia energética es solo el primer paso. Para que estas acciones se traduzcan en ahorros reales y sostenibles, es fundamental establecer un sistema de seguimiento y control. Este monitoreo permite verificar qué estrategias funcionan, dónde se puede mejorar y cómo evoluciona el consumo energético a lo largo del tiempo. Aquí te explicamos cómo hacerlo de forma eficaz:
- Medidores inteligentes por zona. Dividir el consumo energético por áreas específicas del supermercado (refrigeración, iluminación, climatización, almacenes, oficinas, etc.) permite identificar con precisión los principales focos de gasto. Los medidores inteligentes recopilan datos en tiempo real y facilitan la visualización del comportamiento energético de cada sección. Esta información es clave para detectar ineficiencias, fugas de energía o equipos que consumen más de lo previsto.
- Análisis por franjas horarias. Monitorizar el consumo según tramos horarios, mañana, tarde, noche, fines de semana, horas valle o pico, permite entender cómo varía la demanda energética a lo largo del día. Detectar picos de consumo anormales puede ayudar a rediseñar procesos, redistribuir tareas o ajustar el uso de ciertos equipos fuera de las horas de mayor carga, reduciendo así el impacto en la factura eléctrica.
- Objetivos mensuales de eficiencia. Fijar metas claras y cuantificables, como reducir un 5% el consumo en refrigeración en tres meses, o disminuir el tiempo de uso de iluminación artificial en determinadas zonas, permite evaluar el impacto de las acciones aplicadas. Estos objetivos deben comunicarse al personal e incluirse en los planes operativos mensuales. Además, alcanzarlos (o superarlos) puede servir como incentivo motivacional dentro del equipo.
- Capacitación continua. Ninguna estrategia energética es eficaz sin la implicación activa del equipo. Formar al personal en buenas prácticas, uso correcto de los sistemas, identificación de hábitos derrochadores y comprensión del impacto energético de sus acciones es crucial. Las capacitaciones pueden ser breves, prácticas y adaptadas al día a día de cada área, desde el personal de caja hasta los responsables de mantenimiento.
- Auditorías energéticas. Contar con asesoramiento técnico especializado a través de auditorías energéticas permite tener una visión completa del estado actual del consumo. Estas evaluaciones detectan puntos ciegos, recomiendan mejoras técnicas y pueden acompañar la implementación de tecnologías más eficientes. Las auditorías también son útiles para justificar inversiones ante la dirección o para acceder a subvenciones y programas de sostenibilidad.
En definitiva, reducir el consumo energético no significa sacrificar el confort ni la calidad de servicio. Con un enfoque estratégico y la implementación de soluciones prácticas, las cadenas de supermercados pueden avanzar hacia una operación más eficiente, competitiva y respetuosa con el medioambiente. Invertir en eficiencia energética es, en realidad, una inversión en rentabilidad, reputación y futuro.
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